Este poemario habla, lo he descubierto ahora que nos hallamos con Autieri trabajando sobre las fotos (yo cebo mate y sugiero, él trabaja e ignora), de derrotas, de ilusiones noqueadas, de nostalgias de lo no-existente-nunca-jamás.
Ilusivalgias fue el neologismo que inventé hace tantos años cuando
un espíritu nietzscheano me desbordaba, cuando la empatía con la Segunda República
traicionada –que genéticamente me resonaba a la traición del Partido a sus
militantes en los ‘70, mi padre entre ellos, que selló con fuego la frustración
y el resentimiento en mi adn-, cuando escribía “fauvistamente” entre Baudelaire
y Bukowski haciéndome, ebrio como un barco, carne en maravillosas féminas
(harpías, todas ellas, pérfidas, malhabidas, pero profetas, sí, de la que no nombro
por pudor y placer secreto), cuando vociferaba -al límite de mi propia salud-
contra los idiotas y profanos.
Estos textos, Ud. puede llamarlos
poemas –no lo culparé por la ignominia-, no han sido modificados desde
entonces, y tampoco entonces fueron retocados. Varios tienen unos títulos
aberrantes por su cursilería: no lo supe disimular. Tenía impregnado el
Manifiesto (o los) de Breton en el sobaco y había admirado el anárquico devenir
de Tzara y Dadá y la locura de Artaud como aquella del bigotón alemán. Todavía
existen, resistentes, algunos de sus harapos en mí. Pero decía, todos son hijos
de una primera y única escritura. No siempre automatismo, pero sí una estética
vomitiva, catártica, corroída.
En lo formal, hay cuatro
poemarios dividido en dos bloques. El primero, “Ilusivalgias. Fango, Poema y
Dios” sigue siendo todavía una tríada maravillosa. El “Fango” se presenta como
cronotopo de la derrota, el “Poema” como héroe, es la herramienta que intenta
la liberación de aquella angustia existencial y “Dios” resulta la perfecta metáfora
del fracaso. Lo acompañan dos hijos sobrevivientes de una traducción personal
de unos versos de Apollinaire.
El segundo bloque –“Ilusivalgias”,
a secas- se sumerge en la derrota, se entrega al sinsentido de sobrevivir a pesar
del final anunciado. Lunáticos, los versos, renuncian a la tierra, su esperanza
y su maldición, pero, hundidos en el barro de la ciénaga hasta los ojos, creen
ver en aquel arquetipo hembra la única redención posible. (De la misma época,
es el haiku que mejor refleja la etapa: “Tras
ver la luna / renuncio a estas tierras / y su maldición” y que supe ignorar
para esta publicación). Los cuatro últimos poemas, auspiciados por la
pretensión bukowskiana, reflejan la derrota de los cuatro seres que me habitaban
entonces: el intelectual, el amoroso, el poético y el político.
Hay una cuestión que me interesa
abordar todavía, la cronológica. Estos textos tienen un período de creación
relacionada aunque nunca los fechaba. 2003 marca el comienzo del tercer ciclo
zodiacal de mi vida. El primero, que abarcara desde la noche del Año nuevo de
1979, donde el aporte sexual de mis padres sudados en su desnudez, aunque sin
demasiada convicción, me engendró hasta la tarde de 1991 donde mi madre regaló
los juguetes del niño que fui hasta el año anterior en que vi llorar a mi
padre. El segundo ciclo, signado por la militancia social y política, se
inauguró con el permiso de mi progenitor de acceder a la “Pequeña biblioteca
marxista-leninista” (que con fruición consumí a la par de los aromas de la
poesía nerudiana y el tambor afrocubano de los versos de Guillén) y se clausuró
con la cooptación de la experiencia popular (revolucionaria, término válido si
extraemos el sustrato dogmático del mismo) de la post caída de la hegemonía neoliberal.
***
(Fragmento escrito en un bello cuaderno blanco en las noches del 4 y 5 de abril de 2012, mientras un tornado borraba la memoria de los árboles del Conurbano Oeste de Buenos Aires. El texto final, así como el poemario (des)íntegro, pueden leerse en el link debajo de la foto)
(Fragmento escrito en un bello cuaderno blanco en las noches del 4 y 5 de abril de 2012, mientras un tornado borraba la memoria de los árboles del Conurbano Oeste de Buenos Aires. El texto final, así como el poemario (des)íntegro, pueden leerse en el link debajo de la foto)
1 comentario:
La foto que encabeza este post es de un cuadro de Carlos Autieri que inspiró la realización (¡por fin!) de la publicación.
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