"Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes"Juan Perón
Bajamos del subte en Perú,
enfilamos a Plaza de Mayo -porque tenemos memoria y sabemos, como todxs los
compañeros y compañeras q marchamos hoy, que esta movilización debía ser allí y
no en ese estrecho pasillo de un ignoto Ministerio-. Queríamos pisar la Plaza
de las Madres y Abuelas como primer acto político de nuestra participación en
la marcha. Lo hicimos y salimos de la Plaza, casualmente y por las ganas de
recorrer la movilización, con una columna de ATE hacia Paseo Colón y Av.
Belgrano siguiendo el camino que permite este Gobierno miedoso multiplicador de
las vallas, ahí estuvimos con SUTEBA y Aeroportuarios un rato, luego avanzamos,
en contra mano por Belgrano, hasta el frente de la columna de la CTA autónoma y
entramos en las últimas columnas de la CGT (en cada encrucijada, un grupo nuevo
llegaba para sumarse a la columna). Seguimos avanzando, hamburguesa en una
mano, birra en la otra, hasta Diagonal Sur: el
bardo era absoluto, ensordecedor, bellísimo. De la corrección de la CTA
habíamos entrado al corazón de la CGT. Encaramos hacia el escenario a paso casi
imposible: llegamos hasta Chacabuco y Moreno y vivimos ahí, y después de haber
recorrido toda esa multitud, la vergonzosa aparición de la cúpula de CGT.
El
comienzo del acto parecía imposible: los organizadores llamaban desde el palco a
bajar banderas y escuchar a los oradores: los bombos y los tres tiros se
multiplicaban (3x1 = 3; 3x2=6; 3x3=9, etcétera). Alguno tuvo la inteligencia
de poner el Himno Nacional en los altoparlantes y aplacó el ánimo general, sólo por un momento.
Acuña
fue el primer orador o, para ser justos, el primer intento de orador: su voz y
su cadencia discursiva se apagaron bajo el ruido popular, bajo el reclamo de
los bombos que lo tapaban y desconcertaban. Invocó a Rucci como muletilla
(rancia a esta altura histórica) contra la izquierda peronista y allí se
reavivó lo que el Himno había mitigado (y fue TODO el Movimiento el que tapó
con los bombos: desde la UDA a la UOCRA).
Lo
siguió Schmid haciendo un enorme y sostenido papelón. Reticente a poner fecha
con imprecisiones que insultaban la inteligencia de todos los presentes,
mencionó el diálogo con el Gobierno y fue escandalosamente silbado. Lo único
que repitió con énfasis, evidentemente creyendo que su anuncio era un favor,
fue que la CGT se plegaba al Paro Internacional de Mujeres. Un machito
ejerciendo su patetismo.
Al
tocarle el turno a Daer, tuvimos la breve esperanza de, al menos, un discurso
hilado: fue un bochorno: lo apabullaron de realidad.
El
momento épico e irremontable fue el furcio que desató la risa, la bronca y el
abandono de varios del acto: “habrá paro
antes de fin de año”. En un país de psicólogos –amateurs, mayoritariamente-,
el dirigente metió la lengua en el capítulo 1 de Freud para principiantes y fue el colmo. Perdió toda autoridad. Él
y todos los dirigentes tibios y con síndrome de CEO-Estocolmo.
Sus
discursos fueron los discursos del gobierno neoliberal. Hablaban de inversiones
y de diálogo desnudando lo que son: soeces entreguistas, aspirantes
a capataces del patrón, buchoncitos patoteros.
El
descontento fue total, espontáneo y profundo: no hubo uno solo de nosotros que
no puteara pidiendo fecha del paro y la dirigencia mostró su incapacidad de
acción y de reacción.
Cantamos
la Marcha y desconcentramos desandando Belgrano hasta Perú. Al llegar al
monumento al genocida nos cruzamos con Pino Solanas que, cámara digital en
mano, llegaba tarde, una vez más. Detrás, para peor, avanzaba el radical
massista Nito Artaza. En Av. de Mayo estaba la Cámpora entrando a la Plaza
Mayor. Habían intentado avanzar por Perú, pero se replegaron en esa nueva
dirección ante los incidentes (por cierto, de los incidentes, la simbólica toma
del palco, nos enteramos al llegar a Estación Once).
Recorrimos entre quince y veinte
cuadras de gente, de pueblo, manifestándose. No hubo una sola rosca, un solo
empujón entre compañerxs. Lo que se manifestó fue un hartazgo, hartazgo con las
políticas neoliberales y con el entreguismo de la cúpula sindical. Hartazgo con
esos que comienzan sus discursos invocando a Rucci. Hartazgo de que siempre le
cuiden el culito al patrón y lo llamen “paz social”. Hartazgo de la inoperancia
y la prepotencia de quienes se creen dueños de los trabajadores y del
peronismo. Hartazgo de la complicidad entre Daer, Schmid, Acuña, Moyano,
Pérsico, y el Gobierno y de cada uno de los que creen que hacer política es cosa
de escritorios con café y fotos para la prensa e inventan un país a través de las
declaraciones en los medios.
La Verdad salió a la calle y los
desubicó, los asustó, los silbó, los puteó y los corrió.
Los
bombos tenían sed de asfalto. Los bombos extrañaban las calles. Los bombos
tomaron el palco. Si quieren verlo o no, peor para ellos.
7 de marzo de 2017
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